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sábado, 11 de julio de 2009

El disfraz bajo la piel 2






Puzle, encajar, rueda dentada que no para de girar, la proximidad te hace más pequeño. El espacio se convierte en aire para respirar. El espacio es libertad, poder y capacidad.
El sentimiento de sometimiento me inunda ante la presión de los cuerpos, de los coches, el humo, el ruido, la velocidad obligada por el torrente de lo cotidiano, por una velocidad, un flujo implacable que te aumenta el correr de la sangre, como si todo acelerara también dentro de tu cuerpo. Ahí se vuelve todo solido y compacto, duro, hiriente, punzante. Nada es por si mismo nada, todo cumple un papel.
Entonces somos cada vez más ciegos, no podemos abarcar la magnitud de lo que nos rodea, y decidimos ser ciegos, renunciar a nuestro líquido para sufrir lo menos posible. Entonces es cuando el disfraz se hace piel, y estás perdido. La persona se hace gente, los ojos nunca miran dentro, pero tampoco fuera. La mano es todo uña, y se nos olvida todo, sin darnos cuenta…

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